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LA SERENDIPIA VIAJA EN TAXI

En un interesantísimo curso que estoy siguiendo, llamado Writing for self discovery, nos proponen hablar, y escribir, por supuesto, sobre serendipias. ¿Os acordáis de la película Serendipity, donde los protagonistas se conocen brevemente, se pierden la pista y, tras una serie de casualidades maravillosas, se reencuentran y saben que estaban destinados a terminar juntos? Pues eso es serendipia: los descubrimientos inesperados que se producen cuando en realidad estabas buscando otra cosa.

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Pensando en qué serendipias habían ocurrido en mi vida, en qué momentos me han conducido hasta un desenlace inesperado, he llegado a la conclusión de que mi vida en Singapur es el colofón a una serie de benditas casualidades. Empezando porque recuerdo perfectamente haber consultado en una enciclopedia hace años, cuando internet era un futuro inimaginable, cuál era la capital de Singapur y descubrí que era una ciudad estado, lo que se quedó grabado en algún lugar de mis lóbulos temporales.

Lo curioso de cómo acabé viniendo a vivir con mi querido Mr. Good a un lugar como éste es que entonces me encontraba en un momento de mi vida en el que tenía la sensación de haber perdido el control de la misma, si es que alguna vez lo tuve. Todo me había venido dado o impuesto, salvo mi pequeña Miss Sunshine. Me angustiaba estar tan perdida, tan insatisfecha con todo, y necesitaba un cambio. Hice algunas terapias en aquella época y finalmente consulté a una «bruja» que echaba las cartas. Me dijo que tenía que dejar ir lo que me atenazaba en ese momento, que el amor estaba en alguien que ya conocía y que todo iba a salir muy bien, veía mucha luz al final del túnel. Imaginaros, en una situación así, por mucho que te cuenten, te suena a palabrería.

Aquellas Navidades, que no se presentaban especialmente mágicas más que por la ilusión de ver disfrutar a mi pequeña Miss Sunshine, volvió a casa, como el turrón, mi querido Mr. Good, un viejo amigo que se había ido a Australia en busca de nuevas oportunidades. Siempre tuvimos buena sintonía, compartimos como amigos las penas por el desamor en un momento determinado y nos seguimos la pista a pesar de la distancia. Pero en mi interior, por mucho que soñara con una pareja parecida a él, lo veía como alguien intocable, improbable e inalcanzable, por no añadir más «ables». Pero –y es un gran pero– el destino tiró los dados para jugar con nuestros futuros, y nos hizo compartir un taxi después de su cena de bienvenida. Nada más mágico que mirar con nuevos ojos, escuchar el silencio de nuestros labios y descubrir que todo encajaba, que ESA era la persona que tenía que aparecer en mi vida para darle la vuelta a todo.

El universo conspiró también para que se le ocurriera traer un koala de peluche a mi pequeña Miss Sunshine, sin saber que era su animal favorito, con lo que terminó de conquistarnos a las dos. A todo esto sumamos un camino recorrido, los tropiezos y aciertos de una vida, un mes para conocernos desde otra perspectiva, una oferta de trabajo en Singapur y seis meses de espera en dos continentes lejanos, y el resultado fue que las piezas del puzzle encajaron, que supe con seguridad que mi querido Mr. Good me propondría acompañarle, y que estaría dispuesta a coger las riendas de mi vida, con mi pequeña Miss Sunshine de la mano, para descubrir lo que tanto tiempo había buscado sin saberlo.

 

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