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HACE UN AÑO

Hace un año estaba yo organizando una boda. La mía, concretamente. Imposible haberlo imaginado seis meses antes siquiera. No os quiero ni contar hace años, yo, que ni con la Nancy (denótese la edad) planeaba bodorrios. Siempre jugaba a la mujer independiente, como mucho con un marido invisible, permanentemente de viaje por América. Luego apareció Lucas, el novio de Nancy, pero ni con esas les veía yo comiendo perdices. Que no me lo creía, vamos.

Hasta Singapur me tuve que venir para empezar a vislumbrar la posibilidad de firmar un papel en el que dijera «marido y mujer» (aquí pone bridegroom and bride, que viene a ser lo mismo). Y para llegar a ese momento, muchas, pero muchas cosas tuvieron que pasar. Porque ni en el más disparatado de mis sueños hubiera imaginado que daría ese paso, y mucho menos que sería con mi querido Mr. Good. Como dice un buen amigo, alguien ahí arriba se lo debe pasar en grande tirando los dados de nuestras vidas para ver dónde caen y cómo.

Partiendo de mi incredulidad y del descreimiento de mi futuro marido,  esto no arrancaba con mucha confianza, desde luego. Y no que no nos quisiéramos, pero lejos del romanticismo, dados nuestros antecedentes, esto parecía más un mero trámite para facilitar mi estancia y la de mi pequeña Miss Sunshine en el país. Por ese motivo, y algún otro, acordamos no dar ningún bombo al evento, así que lo mantuvimos en secreto todo lo posible. Me costó una barbaridad, porque con esta incontinencia verbal que Dios me ha dado, mantener la boca cerrada con mis amigos, tratándose de algo tan inverosímil, fue toda una proeza. Y no me lo perdonan, con toda la razón del mundo. Yo he organizado las despedidas de soltera de mis amigas, he sido testigo, dama de honor, portadora de arras, receptora del ramo, llorona oficial, animadora de baile y comidilla de fiestas. Mientras ellas sólo pudieron desearme lo mejor a posteriori por WhatsApp y regañarme, por traidora.

El caso es que con estas circunstancias, la boda iba a consistir en una breve ceremonia de tres, más dos testigos que teníamos que sacar de algún lado. Pero como la familia siempre está para lo que haga falta, hasta aquí que se vino mi hermana del alma en representación de todos para ejercer de madrina/dama de honor/testigo, y junto a una amiga alemana, cubrieron el expediente administrativo. También faltaba encontrar dónde celebrar tan escueto enlace civil. Porque organizar una boda aquí es sencillo, una vez que reúnes los requisitos legales y que no te busque la Interpol. Puedes casarte donde mejor te parezca: en casa, en el parque, en un barco o, así, como excentricidad, en una iglesia. Sólo necesitas tus testigos y un solemnizador. Habéis leído bien: so-lem-ni-za-dor. Es decir, un juez de paz de los de toda la vida. Así que contactamos con la que nos tocaba, una encantadora médico jubilada, de origen chino, que nos invitó a visitarla para ponernos al día de los detalles del enlace. Fijamos una fecha y ya sólo quedaba concretar el lugar.

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Las bodas no están pensadas para celebrarlas en petit comité, salvo en Las Vegas, quizásQuien más o quien menos reúne a veinte personas a poco que se lo proponga, entre padres, hermanos, cuñados y algún amigo íntimo. Siendo seis personas era difícil que nos acogieran en algún salón sin cobrarnos la mitad del aforo como mínimo y sin que quedara todo más desangelado que una habitación de pensión de quinta. Después de preguntar en todo lo que se me ocurrió, sin conocer aún bien la ciudad, encontré un alma caritativa en el restaurante de un precioso museo, que estaba dispuesta a organizarnos una discreta ceremonia en su jardín, y un banquete recoleto en su salón.

Mi vestido viajó conmigo desde Madrid, porque algo me hizo pensar entonces que quizás lo necesitaría. Aunque no era el clásico traje de novia. Nada había sido clásico en mi vida hasta entonces, no iba a empezar ahora. Me casé de corto y de naranja, orgullosa y feliz. A mi querido Mr. Good le costó encontrar ropa adecuada teniendo en cuenta la manía que tienen aquí de seguir la temporada de moda occidental, pero estaba tan guapo como el lord inglés que parece. Y mi pequeña Miss Sunshine brilló con su corona de florecitas, intentando entender qué celebrábamos con tanta alegría.

Ese día llovió y todo se desarrolló en el interior, pero para mí no dejó de lucir el sol desde que desperté. Nuestra solemnizadora hizo de la ceremonia un acto sencillo y emotivo, a pesar del idioma. Leí algo parecido a mis votos, como expresión del compromiso que meses antes ya había adquirido con el que ahora se convertía en mi esposo. Y mi querido Mr. Good hizo una espontánea declaración de amor tan emotiva y sincera que desató las lágrimas que llevaba horas conteniendo. Eché de menos a mi familia, mucho, y a todos mis amigos, que hubiesen sido tan felices acompañándonos. Pero fue un día precioso ❤

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Sé que nunca he hecho las cosas como se supone, ni en el orden establecido, pero así parece que me va bien. Quizás para el décimo aniversario sorprenda a todos con una boda tradicional al borde del mar, que ahora me ha dado por soñar, y si mi querido Mr. Good no tiene nada que hacer los siguientes cuarenta años voy a ver si le apetece que sigamos juntos. Pero hoy sólo quiero celebrar que soy feliz al lado de este hombre tan estupendo, que me cruzaría otro medio mundo para podernos reunir de nuevo y que es el mejor compañero que podríamos desear mi pequeña Miss Sunshine y yo. ¡Feliz aniversario, mi muy, pero que muy queridísimo Mr. Good!

9 comentarios en “HACE UN AÑO”

  1. Sniff, sniff, snifff. Yo estuve allí, y puedo atestiguar que el «Of course, I do» de Mr. Good fue de desmayo colectivo. Y porque mi hermana dijo el famoso «I do», que si no, lo digo yo. Y que los votos de Susan fueron deliciosos, pero el speech improvisado de Mr. Good fue lo más romántico que he oído en mi vida. Que os dure cuarenta años más esa «estupidez transitoria» que es el enamoramiento (según mi profesor de Filosofía de COU), que ya tocaba!!!! OQ

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  2. Otro desayuno de té con lágrimas! Jajajaja
    Brindo por tu orden no establecido, por el amor, por tu romántica historia de amor y esos cuarenta años más junto a Mr. Good.
    Muchas felicidades!

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